viernes, 10 de octubre de 2014

Empecemos por el principio.

Ella y yo nunca nos llevamos demasiado bien, a pesar de los lazos que nos podían unir. Chocábamos constantemente, las discusiones eran algo frustrante, cuando no le interesaba lo que yo decía (que era a menudo) simplemente desaparecía de un portazo. Esto, estando yo limitada, sin poder decir la verdad abiertamente por miedo, miedo a amenazas, estrés, provocaciones, presión, tensión, días sin poder probar bocado porque el nudo de mi estómago cada vez que ella llegaba a casa, me lo impedía. Hubieron momentos buenos, que se extrañan pero es que... sus días buenos eran algo tan exiguo, y su temperamento como un incendio forestal, con subidas, bajadas, mas ardientes o menos, enrarecido... y cuando crees que ya se ha acabado no es así. Su brusca bipolaridad, que azotaba cada ápice de racionalidad que podía caber en mí desde mi infancia. He cometido errores, como ella, como tú, como todos... la diferencia está en que ella era INDISCUTIBLE, DEFINITIVA, IRREBATIBLE, AXIOMÁTICA, casi dogmática, llamemoslo con la palabra que sea, todas significan lo mismo, por conclusión, aflictivo... así que o seguías su palabra como el evangelio o te esperaba un tiempo (que yo concluí un día como "el resto de mi vida") de acoso constante, casi hostigador, de reproches, acerca de como y cuanto la jodiste, la cagaste o metiste la pata. Un atropello a cualquier intento de realización, capando mis buenos sentimientos, pero atestando mi ser de ira, odio e impotencia cada vez que abría la boca, como un vaso de chupito que llenas y rebasas de golpe. Gracias a esa no tan enorme pifia mía, cualquier cosa que ella hiciese se veía menor en comparación, debido a la forma en que ella  alegaba.

Resulta anómalo cuidar de alguien como si fuese el fruto de tu vientre sin tener derecho ni valor, para revirar su cara de un bofetón cuando pataleta, se enrabieta, te grita... es difícil sobre todo cuando esa persona, es mi madre...



entonces... 


¿que haces?.